Semana 1-4
Como ya hemos dicho, los cambios en el primer trimestre son más internos que externos. La madre físicamente no siente nada, pero internamente el cuerpo evoluciona y se desarrolla para poder dar al mundo una nueva vida.
Un día después de la fecundación del óvulo, este empieza a dividirse por primera vez. A medida que va bajando por las trompas de Falopio –una en cuestión- se sigue desarrollando el proceso de división celular. Es el primer momento del cigoto –las células que están en plena división y formación-. Tras las dos o tres primeras divisiones su nombre cambia y pasa a blastómera, mórula y, por último, blastocito.
El blastocito es lo que llega a la cavidad uterina y se implanta en la pared del útero justo una semana después de haberse fecundado el óvulo.
Durante la semana dos y tres después de la fecundación, el embrión ya tiene de tres capas celulares que serán sus futuros órganos. El tamaño del embrión en la semana cuatro es de un milímetro.
Para la madre, estas semanas pueden ser las más duras ya que no es dueña de sí misma. Los cambios de humor son constantes y es incapaz de controlarlos. Además, la sintomatología física tampoco es algo que sea de gran ayuda pues el cansancio, los mareos y las náuseas o vómitos mantiene a la madre en una etapa de aturdimiento que más adelante pasará.